29 de septiembre de 2011

¿Para quién se viste una mujer?

Para otros y para otras, afirman quienes consideran que el cuerpo femenino no es sino un préstamo, un soporte para la lujuria y el placer. Para una misma, consideran los que han descubierto el lujo íntimo de convertirse en otro a través de una prenda nueva o un bolso que esconda nuevos misterios. ¿Para qué se viste una mujer? Para conquistar o divertirse, para disfrazarse. Para fingir otra edad, o más dinero, o para pasar desapercibida en una situación complicada. ¿Cómo explicarle a quien no lo siente la alegría sin límites que supone encontrar el zapato perfecto, la falda única, la compañía crítica y deliciosa de la moda?

De nada sirve vestirse sin la mirada ajena: esa mirada ha de entender parte de las claves del mundo de la moda. La mirada sabia debe hallarse en el secreto de que las manos no son nunca más deseables que cuando las ocultan unos guantes de cabritilla, ni unas piernas más naturalmente hermosas que cuando se forran de seda y las musculan unos tacones adecuados. Frente a la vulgaridad cada vez más generalizada de lo obvio, el deseo se despierta jugando al escondite.

Nunca es más bella una mujer que cuando se está vistiendo; los niños guardan en su mente los momentos previos a una fiesta, en los que la madre se prueba un collar y se pinta los labios. El olor de su perfume les acompaña muchos años después de esa escena. Los amantes atesoran el instante anterior al desnudo, o el que sigue al éxtasis amoroso, cuando ya todo ha pasado y la ropa ayuda a regresar a la normalidad.

Quizás esta mujer sepa que su rostro no es el mismo vestida que desnuda: por eso, para la vida de ese día la adornan preciosos zapatos, un bolso coqueto, el suave tejido gris de su traje. Pero allí, tras las cortina roja, nada de eso tiene utilidad. De cintura para abajo, las líneas que se ven reflejan su obvio atractivo. Por encima de esa frontera, sus ojos invisibles, la boca apenas imaginada por el curioso que la observa delatan la otra, la sutil, la certera belleza.

Espido Freire (escritora) para mujer hoy MODA.

16 de septiembre de 2011

¿Manoletinas, francesitas, merceditas o bailarinas?


Manoletinas, francesitas, merceditas y bailarinas; aunque parezcan iguales no lo son y por eso, después de consultar varios sitios he descubierto varias diferencias y semejanzas entre ellas.

Las manoletinas y bailarinas son planas y de punta redonda, la diferencia entre ellas es que las manoletinas tienen la suela dura y las bailarinas flexible y casi inexistente.

Las merceditas llevan una tira por encima del empeine. Las hay de tacón y planas. Con este tipo de calzado fue con el que se hizo famoso Manolo Blahnik.

Las francesitas también conocidas como parisinas, son las que tienen un lazo en la parte delantera, es decir, las más tradicionales.

Espero haberos aclarado algo aunque, personalmente, seguiré usando el mismo nombre para todas ;-D

7 de septiembre de 2011

Belleza exterior e interior 2.

Sigo opinando que la belleza ha de cuidarse tanto por dentro como por fuera, por eso, quiero compartir otro cuento para seguir cultivándonos y creciendo interiormente.

... Cuando yo era pequeño me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. Me llamaba especialmente la atención el elefante, que, como más tarde supe, era también el animal preferido por otros niños. Durante la función, la enorme bestia hacía gala de un peso, un tamaño y una fuerza descomunales... Pero después de su actuación y hasta poco antes de volver al escenario, el elefante siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que aprisionaba una de sus patas.
Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en el suelo. Y, aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza, podría liberarse con facilidad de la estaca y huir.
El misterio sigue pareciéndome evidente.
¿Qué lo sujeta entonces?
¿Por qué no huye?
Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los mayores. Pregunté entonces a un maestro, un padre o un tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el eleffante no se escapaba por que estaba amaestrado.
Hice entonces la pregunta obvia: 'Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan?'
No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo, olvidé el misterio del elefante y la estaca, y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho esa pregunta alguna vez.
Hace algunos años, descubrí que, por suerte para mí, alguien había sido lo suficientemente sabio como para encontrar la respuesta:
El elefante del circo no escapa por que ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeñito.
Cerré los ojos e imaginé al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que, en aquel momento, el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y, a pesar de sus esfuerzos, no lo consiguió, por que aquella estaca era demasiado dura para él.
Imaginé que se dormía agotado y que al día siguiente lo volvía a intentar, y al otro día, y al otro... Hasta que, un día, un día terrible para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.
Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa por que, pobre, cree que no puede.
Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió poco después de nacer.
Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese recuerdo. Jamás, jamás intentó volver a poner a prueba su fuerza...
... Cuando, a veces, sentimos los grilletes y hacemos sonar las cadenas, miramos de reojo la estaca y pensamos:
No puedo y nunca podré.
Jorge hizo una larga pausa. Luego se acercó, se sentó en el suelo frente a mí y siguió:
-Esto es lo que te pasa, Demi. Vives condicionado por el recuerdo de un Demián, que ya no existe, que no pudo.
Tu única manera de saber si puedes conseguirlo es intentándolo de nuevo poniendo en ello todo tu corazón... ¡Todo tu corazón!
(Déjame que te cuente- Jorge Bucay)

Sigue a MUIYO a través de Bloglovin